miércoles, 7 de octubre de 2009

La Ciencia española no necesita tijeras

No podemos sustraernos a la marea que se mueve estos días en contra del recorte del presupuesto en Investigación y Desarrollo.

El movimiento surgió en La Aldea Irreductible, una bitácora divulgativa escrita por Javier Peláez.

Hay además un grupo de Facebook que ya tiene más de 4.000 miembros, se ha creado una página, Cienciasintijeras, para agregar a los blogs participantes y se puede seguir la actualización de los post al minuto a través de enlaces compartidos con Google Reader.

Si queremos salir de la actual crisis en un futuro cercano, lo suyo sería invertir en nuevas posibilidades que permitan que la Ciencia adquiera un peso específico acorde con la modernidad que imaginamos y deseamos.

Una idea para cavilar. De un modo parecido a como se incentivó en los años '80 la industria del reciclaje, ¿No se podría idear un sistema que anime a aquellas instituciones que inviertan en campos de investigación y en desarrollo científico?

Este post se lo dedico a Miguel Ángel M., doctor en Física por la University of Warwick, que, a sus años, no tiene continuidad en su trabajo en el CSIC y tendrá que buscarse la vida allende nuestras fronteras: el día 30 tiene una entrevista para trabajar en el sincronton en Paris.

1 comentarios :

Miguel Ángel dijo...

Quisiera aclarar dos cosas. Lo primero es que nadie es imprescindible y lo segundo es, que en épocas de sequía de genios como la que nos ha tocado vivir, unos pocos se consideran genios en la mediocridad mientras que otros pocos realizan grandes avances en el anonimato y la gran mayoría aportamos nuestro pequeño y modesto granito al continuo desarrollo.

Dicho esto, quiero agradecerle a Xavier su párrafo en este interesante cuaderno de navegantes. Esta dedicatoria de sabor agridulce no podría llegar en mejor momento. Como acabo de comentar, es gratificante leer el interés que suscita el anunciado recorte en investigación. Sin embargo, al mismo tiempo es duro saber que un servidor es uno de los retales que el sastre cortará…

Independientemente de que me vea abocado a un futuro incierto, prescindiendo del posible resentimiento que yo pueda tener hacia el sistema, es preocupante observar cómo se gestionan los recursos. Como bien apunta Xavier realicé íntegramente mis estudios de doctorado en el Reino Unido, previamente disfruté de una beca Erasmus en Italia que me permitió acercarme al mundo de la investigación y una vez entregada mi tesis, pasé un tiempo en Canadá colaborando con un grupo de investigación de la University of Western Ontario. He tenido el privilegio, porque yo lo considero un privilegio, de conocer el funcionamiento de la investigación en otros países, en otros continentes. Por mi parte, me he esforzado al máximo en todo lo que ha podido y guardo buen recuerdo y buenos amigos de los lugares donde he estado. Llegó un momento en el que sentí que debía estar más cerca de mis raíces, no creo que sea algo criticable. Renuncié a varias ofertas de trabajo en Berlín, París, Zurich… renuncié a todo ello porque yo deseaba regresar al país donde nací, no me importaron las pésimas condiciones económicas y laborales que me daba España: se supone que las cosas, cuando uno cumple con sus obligaciones, siempre van a mejor, y las condiciones laborales dentro de lo malo serían menos malas con el paso del tiempo. ¡Qué equivocado estaba!

Anteriormente, mencioné mi preocupación en la gestión de recursos. El Estado ha invertido mucho dinero en formarme como científico –sí, me considero un científico-, años de escuela primaria, secundaria y universidad que, afortunadamente, han sido públicas. Luego, imagino que yo habré tenido que ver algo en ello, he ampliado mi formación más allá de los Pirineos financiado por el país que me acogía. Y, finalmente, el Estado, a través de la Agencia Estatal CSIC, me contrató como investigador doctor. Eso si, en prácticas… El contrato formaba parte de un itinerario de integración profesional, que como su propio nombre indica está dedicado a facilitar la inserción profesional de los investigadores al sistema público de investigación. Desafortunadamente, después de todo este periplo, lo único que puede ofrecer el Estado es un nuevo contrato en prácticas –imagino que para verificar a conciencia mi valía como investigador-, más corto que el anterior para que no entre en conflicto con la famosa Ley Caldera. ¡Bien!, salimos de Guatemala para ir a Guatepeor. Todo el dinero que el Estado ha invertido en mi, a la basura. ¡Valiente gestión!
Que no se me interprete mal, nada más lejos de mis intenciones está la búsqueda del trabajo perenne, no es mi objetivo alcanzar el funcionariado que aunque muy digno es muy codiciado por unos pocos que no saben lo que es la satisfacción del deber cumplido. Sería suficiente con una cierta estabilidad y mejora de las condiciones laborales en tanto en cuanto uno cumpla con sus obligaciones, la continua evaluación de la producción científica y los progresos realizados; que sean esos factores los que decidan si merezco seguir trabajando para tan reputada institución.

Quién sabe, tal vez Francia aproveche las inversiones del Estado español. Es una pena que sea así, pero llega un momento en que uno tiene que pensar en sí mismo.